Sentimientos a flor de piel
Antes de empezar con el análisis tengo que recomendar que juguéis a este juego antes de leer el texto, ya que al final de este pienso abordar un aspecto de la trama que puede considerarse spoiler. A pesar de esto debo tratar este punto, puesto que es vital para hablar del mensaje que el juego quiere transmitir y, además, creo que ese aspecto no fastidiará la experiencia a nadie. Dicho esto espero que disfrutéis del texto.
Todos perseguimos un objetivo en la vida, desde conseguir nuestro trabajo de ensueño para ganar cantidades ingentes de dinero hasta vivir de la forma más intrépida o relajada posible. Sin embargo muchos de nosotros descubrimos, desde bien jóvenes, que estos sueños son muy complicados de cumplir. La vida desde que nacemos nos impone unas reglas: estudia para trabajar en lo que te gusta; trabaja en algo que no te motiva para conseguir dinero y así poder gastarlo en tus hobbies; gestiona correctamente tu tiempo y deja de lado tus aficiones… La rutina es la norma general que siguen muchas personas, esperando el día que algo, o alguien, consiga romper esta monotonía.
Esta tradición, común para muchos de nosotros, es la que utiliza Ken Wong (diseñador de Monument Valley) junto a su nuevo estudio Mountains para introducirnos en la historia de Florence.
Florence, como juego apadrinado por Annapurna Interactive (distribuidora de títulos como: Donut County, Outer Wilds o Sayonara Wild Hearts), presenta una serie de características comunes a todas las obras que publica este famoso Publisher. Florence se centra mucho más en su arte que en sus mecánicas; es un juego relativamente corto y busca apelar a los sentimientos del jugador mediante una pequeña historia y personajes bien construidos con los que nos es fácil empatizar. Por esto mismo no debemos esperar ningún tipo de mecánica compleja dentro de esta experiencia.
El título se nos presenta mediante capítulos que recogen un momento de la vida de Florence y cada uno de estos capítulos contiene varias viñetas -como si de un cómic se tratase-. En estas ilustraciones recorreremos gran parte de la vida de nuestra protagonista, desde parte de su niñez hasta su plena madurez e independencia. Al seguir toda la vida de Florence, el juego consigue que empaticemos con ella y que comprendamos perfectamente sus motivaciones y sueños; creando así una fuerte relación entre el jugador y Florence Yeoh (la protagonista de esta historia).
A pesar de contar con un precioso estilo artístico y con una buena banda sonora que acompaña a las viñetas; toda la magia de Florence recae en su historia.
En este pequeño juego independiente seguimos la vida de Florence Yeoh, una chica asiática de veinticinco años que vive una vida de lo más corriente. Presionada por una madre con valores asiáticos tradicionales y con un trabajo que no la motiva para nada, Florence busca evadirse del mundo mediante su afición al arte y la interacción con redes sociales. Todo su mundo cambiará cuando conoce Krish, un joven artista callejero con el que comenzará una relación para juntos dar un poco más de alegría y motivación a sus vidas, escapando así de la monotonía y rutina del día a día.
Florence busca -y consigue- que nos impliquemos emocionalmente con su protagonista, es entonces cuando nos enseña la parte más oscura y monótona de la vida de esta chica. Vemos como su madre la presiona para conseguir una pareja, como el trabajo le amarga la vida y como su vida se ha vuelto una rutina que parece no tener salida.
La vida de Florence da un giro de trescientos sesenta grados gracias a la repentina aparición de Krish en su vida. Esto supone un punto y aparte, tanto para la propia chica como para el jugador. Es en este preciso momento cuando el juego nos muestra todas sus cartas y acabamos enamorándonos de la historia de la joven Florence Yeoh.
Florence retrata la vida en pareja de la forma más corriente posible (en el buen sentido), no busca presentar una gran historia de amor ni nos pone sobre la mesa grandes giros argumentales, simplemente nos presenta la vida en pareja tal y como es: paseos acompañados por charlas interesantes o ridículas, ir a conocer a los padres de la otra persona, ir a hacer turismo por la ciudad… Todo nos resulta interesante y emocionante si estamos con esa persona especial y Florence consigue que comprendamos esa idea a la perfección, implicándonos así todavía más con estos personajes.
La relación entre Florence y Krish se aleja de la gran mayoría de relaciones que vemos en los videojuegos convencionales. Como jugadores estamos acostumbrados a ver una relación dentro de un videojuego como una mera misión secundaria más o un premio que obtenemos tras regalar varios objetos al NPC de turno. Juegos y sagas como Fable, Mass Effect o Persona nos acostumbran a cosificar el amor, pero esto no nos provoca ningún tipo de sentimiento real.
Florence consigue aproximar el concepto de amor al videojuego y, personalmente, ningún otro juego ha conseguido que sienta esa magia que experimentamos cuando la persona a la que amamos nos corresponde tan bien como lo ha logrado Florence.
Sin embargo la vida a veces no es como queremos y las parejas no siempre acaban comiendo perdices. La convivencia y el desgaste puede enturbiar la mejor de las relaciones y obligarnos así a tomar decisiones muy difíciles y dolorosas. Es entonces cuando Florence nos muestra su verdadero mensaje.
Florence nos enseña que una relación que no acaba con el típico “happily ever after” (felices para siempre) no es algo dañino como nos suelen hacer creer. Una buena relación es en la que las dos personas se ayudan a crecer mutuamente independientemente de los factores externos o internos que acaban cortando esta unión. Dentro del juego Florence retoma su pasión por el arte debido al interés de Krish en ver a su pareja seguir luchando por su sueño y, a su vez, Krish se inscribe en la escuela de música gracias a la insistencia de Florence.
Puede que una historia no acabe siempre con un final feliz, pero, si no hemos vivido una experiencia tóxica, podemos aprender de estas vivencias para crecer y mejorar como persona. Esta es la enseñanza más grande que nos deja Florence y creo personalmente que es una enseñanza que debemos interiorizar todos para no hundirnos ante estas situaciones tan frecuentes y dolorosas.
La vida es dolor, pero siempre debemos avanzar y sobreponernos ante todas las dificultades que se crucen en nuestro camino. El apoyo de los demás nos es vital para lograr nuestros objetivos, pero solo nosotros mismos somos capaces de lograr alcanzar nuestros sueños. Es un camino complicado y frustrante, pero no por ello debemos resignarnos a vivir una vida que no nos motiva. Si buscas ser periodista de videojuegos; escribe y lucha por ello, si quieres ser artista; práctica y difunde tu arte, si quieres aprender inglés; no puedes, porque el inglés se enseña mal, ¡punto! (ya sabéis queridos lectores, mentalidad de tiburón).
El juego es una experiencia bastante cortita (cuarenta minutos en mi caso), pero vale la pena cada segundo que pasamos absortos dentro de esta Historia. Florence consigue que nos enamoremos y sintamos todo lo que sienten sus personajes y, definitivamente, es uno de los juegos que mejor retratan cómo funciona el amor y la vida en pareja.
En definitiva, recomiendo Florence a todo tipo de jugadores independientemente de si saben jugar a videojuegos o no. No es nada complejo, es bastante barato (suele rondar entre 4,99 € y 2,99 €) y se puede encontrar en todas las plataformas (PlayStation, Xbox, Nintendo Switch y dispositivos móviles, tanto Android como IOS).