Va siendo hora de despedirse de los dobles sentidos, ya que Minabo ha terminado de crecer y ya está aquí entre nosotros. Este título ha conseguido tener una gran repercusión debido a su peculiar nombre y a nuestras débiles mentes ante la broma fácil. Consiguiendo, gracias al éxito de la tontería, que se creará cierta antelación hacia lo nuevo del equipo español, Devilish Games.
Sin embargo, tras los jajás, Minabo está recién nacido y con este análisis nos tocará saber de qué se trata lo que podríamos denominar como un simulador kawaii de ser persona disfrazado dentro del aspecto y el nombre de esta hortaliza algo fálica.
Solo son vidas, te has parado a pensar qué parecida son la tuya y la mía
Minabo se define como un simulador de vida dónde deberemos recorrer en forma de nabo un ciclo vital desde el nacimiento hasta que nos ocultemos en esos dos metros de profundidad. Es por ello, que seguramente vuestra primera idea sobre el mismo se acerque a Los Sims, sin duda el gran referente. Para aquellos que busquen esta aproximación, debo avisaros que cualquier comparativa con la exitosa franquicia está bastante lejos de la realidad.
Ambos simuladores de la existencia no puedan partir de puntos más alejados. En esta ocasión y en este huerto que desdibuja la idea de lo que es vivir, nuestro objetivo será ir cumpliendo unas determinadas metas vitales a lo largo de sus 25 misiones. De esta manera y durante unas 5-6 horas, tendremos que ir completando unas determinadas condiciones en relación con nuestras amistades, los hijos, el romance o la propia supervivencia.
A esa modalidad de juego se le abre la opción de escoger un modo que no está encorsetado en ninguna tarea, el modo de vida libre. En esta modalidad infinita podremos ser nosotros quienes elijamos los derroteros por lo que llevar nuestro destino.
Un nabo lleno de sueños y esperanzas
Bajo esa premisa, nuestro sino siempre estará marcado y será nuestra labor buscar compaginar nuestras necesidades junto al resto de los otros tubérculos para así conseguir los propósitos que nos marque la misión.
Para ello, se nos presenta tres aspectos que necesitaremos cuidar para desarrollar nuestro camino: contacto físico, intimidad y el sentimiento de pertenencia. La atención que prestemos a las mismas nos delimitará nuestra esperanza de vida. A mayor grado de satisfacción de nuestros requerimientos afectivos, mayor número de años viviremos y viceversa. Marcando con ello que la duración de nuestra biografía este marcado lógicamente por estas interacciones y a su vez por el paso del tiempo.
Coaching e inteligencia emocional en el mundo vegetal
Marcadas las prioridades, nos tocará dejar la tierra y posicionarnos como animal cívico. Cada individuo de raíces comparte las mismas estadísticas que nosotros y podremos realizar acciones sobre uno de esos tres aspectos. A su vez, el éxito de nuestros comportamientos a la hora de relacionarnos con otros semejantes dependerá de un porcentaje de probabilidad, expresado en un círculo encima de las hojas de cada nabo. Ese porcentaje varía según el grado de satisfacción de estos valores de los demás y para uno mismo.
Partiendo de esto podremos ir evolucionando nuestras relaciones, desde ser completos desconocidos hacia la amistad, la enemistad o que surjan los lazos del amor. En ese término, Minabo nos deja a nuestra elección con quién queremos compartir nuestra existencia, siempre que podamos compaginar con el libre albedrío del otro. Atendiendo a ese matiz, no nos será posible interactuar con cada uno de nuestros “vecinos” al haber un gran número de nabos, cada uno con sus años y velocidades.
De esta forma y con todo lo anterior, se crea un título que se basa más en estar atentos a los demás para forjar los vínculos que deseamos y en como gestionamos mantener los mismos presionados por el incontrolable pasar del tiempo.
La vida, la vida es… es un contratiempo
Entendiendo ese esquema, las misiones, por tanto, juguetean con el tiempo que deberemos sobrevivir y los logros que nos marquen. Sin embargo, el título buscar generar tropos a la trama de nuestra biografía poniendo hándicaps que nos dificultarán la vida. De esta forma y totalmente aleatoria, nuestro almidonoso amigo irá adquiriendo rasgos de personalidad que pueden darle atributos positivos o negativos en sus interacciones.
Otro punto de adversidad que se incluye para dar “salseo” es la inclusión de objetos puedan aparecer en cada una de nuestras reencarnaciones y que nos obligarán a tomar duras decisiones. Sus efectos van desde decidir sesgar una vida, alargar el tiempo de vida de un ser querido o acortar el de un conocido. Otra vez con ese matiz de aparición aleatoria, solo podremos seleccionar alguno de los nabos que tengamos, incluyendo a nosotros, en ese momento en pantalla. Presionándonos forzosamente, por ende, a decidir entre el fratricidio o a determinar que seguramente tendremos que llorar a nuestros hijos, en vez de ellos a nosotros.
Por último, a esos posibles factores de desgracia hay que añadirle que en algunas fases tendremos agentes externos que directamente irán en nuestra contra. Sin querer desvelar mucho, hay una fase donde tendremos que actuar rápido si no queremos que un malvado topo nos obligue a formar parte de la cadena trófica.
De gala para el guiso y la ensalada
Otro aspecto que se ha incluido para variar la experiencia es la opción de ponernos unos objetos que nos darán atributos especiales en forma de sombreros. Van desde simples ventajas como que en una estación tengamos más probabilidad de acertar nuestras interacciones hasta la capacidad de ver fantasmas o tener intereses amorosos con nuestros familiares.
Dichos objetos son un aliciente para hacernos nuestros paseos por el campo más divertidos al darnos mucha más variedad de historias que contar a nuestros nietos. Esta capa adicional de profundidad también funciona como su parte de coleccionables al ir apareciendo de forma “random” en cada una de nuestras “campañas vitales”.
Por contra y como punto negativo, estos objetos pueden romper mucha la experiencia al simplificar el alcanzar los sueños de nuestra hortaliza.
Metafísica de vivir en el campo
Con todo lo anterior explicado, Minabo podríamos definirlo como un ejercicio existencialista sobre-simplificado para entender el concepto de vivir como ser social. Dentro de él sobrevuelan ideas como la importancia de cultivar buenas relaciones con los otros para sentirnos mejor con nosotros mismos. O grandes lecciones, entre otras, como que no podemos contentar al resto del mundo, ya que los demás no están bajo nuestro control.
Y aunque sus metáforas sean acertadas, pecan de ser demasiado superfluas o incluso banales al plantearse de una forma demasiado sencilla. Dicho esto, tampoco podemos castigar a un juego que tiene más la intención de ser una herramienta simpática de reflexión para todo tipo de públicos sobre un tema tan difícil como es la vida.
Fecha de caducidad en un paquete hinchado
Tras resolver el misterio en que consiste Minabo, es hora de hablar de las partes amargas de este título. El primero de sus errores es la conversión de su jugabilidad cuando usamos el mando. Principalmente, se debe a dos motivos: a la dificultad de seleccionar al nabo con el que queremos relacionarnos en los momentos con muchos personajes en pantalla y al fastidioso esquema de golpear un botón para movernos. Esto último es especialmente sangrante al ser una acción que haremos todo el rato.
Otro de sus errores es la continua reiteración de su banda sonora. La música del juego en sí es divertida, tiene una gran personalidad al más puro estilo LocoRoco, pero tras algunos minutos pasará a ser como un disco rayado. Es una lástima, ya que el resto del apartado artístico sí que están a gran altura con sus colores pastel y sus crayones.
Finalizando, el error mayúsculo es la sensación de repetición y aburrimiento que se da rápidamente con Minabo. Dentro de esa apuesta de coordinar toda la experiencia para trasmitir sus ideas, se les ha olvidado de dotarlo de una jugabilidad más variada.
Epitafio de una vida rutinaria con sus defectos y virtudes
Detrás de un apartado artístico adorable y de una idea simpática, era de prever que Minabo sería un título peculiar. Nombre, marketing y ser un indie cuya finalidad es hacernos reflexionar sobre cómo funciona esto del vivir ya apuntaban a ello.
Sin embargo, el videojuego se analiza desde lo lúdico y como juego en sí mismo, y Minabo se queda demasiado corto. Y aunque su esquema jugable esté cargado de significado para sus temas, es un título que se hace demasiado repetitivo y vació en lo jugable. Resultado y pecado de primar la metáfora sobre el resto de apartados.
Y a pesar de lo anterior, quiero dejar claro en este análisis de Minabo, que sigue siendo disfrutable ya sea al hacernos reír por las situaciones que vivimos o al reírnos cuando contamos lo que nos ha pasado a los mandos de nuestra hortaliza (malditos dobles sentidos).
Parar terminar, indicar y agradecer a Devilish Games, que han hecho posible este análisis gracias a una clave cedida de Minabo en su versión de PC para Steam.