Hace un par de años jamás me habría enfrentado a un juego como The Cosmic Wheel Sisterhood. Yo era de esos que encorsetaba al videojuego en un par de tropos y he tardado en despegarme de esas limitaciones autoimpuestas después de ciertos años en los que no sabía qué hacer con mi vida. Me encontraba en un bucle constante de improductividad y crisis existenciales.
Evidente todos debemos pasar por esto, es lo que nos define como seres humanos, el cuestionarnos lo que nuestra propia existencia y acciones conllevan y la repercusión de cada decisión, lo cual puede ser terrorífico cuando lo piensas. Porque, ¿y si la decisión que estoy tomando es errónea? ¿Y si llego a arrepentirme? ¿Y si lo que estoy estudiando, todo lo que estoy haciendo, no sirve para nada?. Pues, aunque no lo parezca, de eso va este juego.
La desesperación tiene sus ventajas
The Cosmic Wheel Sisterhood es un título narrativo con un marcado énfasis en las conversaciones y las decisiones. Encarnamos el papel de Fortuna, una bruja que ha sido condenada al exilio en una pequeña casa encima de un asteroide durante mil años tras vaticinar la caída del Aquelarre al que pertenece. Tras doscientos años, desesperada, realiza la invocación de un Behemoth, una criatura cósmica tan antigua como el propio universo con el que se puede realizar un pacto, no sin sacrificar algo a cambio.
Fortuna es una bruja y, como tal, está especializada en un tipo de magia, en este caso en la clarividencia a través de las cartas del Tarot. Una de las restricciones de su exilio conllevó que la jefa del Aquelarre sustrajera dichas cartas y dejase a la pobre bruja sin nada, por lo que, tras el pacto con Ábramar, el Behemoth que invocamos, conseguimos el poder de crear nuestras propias cartas, nuestro propio Tarot.
Al principio, la creación de estas cartas es algo extraño. No sabes muy bien como funciona ni como combinar las creaciones. Tenemos cuatro elementos principales: agua, tierra, aire y fuego. Con estos elementos accedemos, a través de la creación de cartas, a la selección de elementos de creación, a saber: Fondo, Arcano y un elemento decorativo añadido, cada uno con una detallada explicación sobre qué podría llegar a significar. Cada uno de estos elementos de creación cuesta un número de elementos principales, de esencia.
El apartado visual acompaña a la perfección la experiencia, continuando el estilo ya visto en Red Strings Club, pero cambiando la paleta de colores a algo más cercano a lo monocromático. Quitando las cartas, que cuentan con una amplia gama de figuras y colores distintos que puede aportar mucha viveza a la imagen, el título presenta una gama de rosas y morados que, a mi parecer, ofrecen bien ese aspecto de ambigüedad que está presente en su historia. Aquí no hay claro y oscuro, no hay bien ni mal, todo forma parte del mismo espectro y los extremos no tienen cabida. Por esto considero que se ha hecho una buena elección de colores y de diseño artístico que hace que, además, las cartas resalten más en el conjunto.
Creatividad y ansiedad
Si de algo puede presumir este título es de creatividad. Rebosa por cada pixel de su ser y una de las formas que tiene de demostrarlo es con su sistema de creación de cartas. Vale, aquí llega la ansiedad, la ansiedad de poder combinar libremente cualquier fondo con cualquier figura y cambiar la posición, tamaño y rotación de cada elemento para componer una carta que, según la combinación elegida, contará con una serie de descripciones que determinarán su efecto a la hora de realizar una «lectura».
A lo largo del juego, aparte de las figuras, fondos y adornos que tenemos de serie, nos irán aportando, según ciertas decisiones que tomemos con personajes concretos, nuevos elementos. Estos «Arcanos» nos permitirán formar una baraja de cartas poderosas que podría influir en el devenir de los acontecimientos. El problema que he encontrado y que, presupongo, muchos encontrarán, es que esta libertad de decisión se convierte en una ingente cantidad de horas de combinaciones para encontrar una que nos parezca estética y que represente lo que tenemos en la cabeza.
La cosa es que, en principio, esta «ansiedad» no debería darse, pues todas las combinaciones son válidas y tenemos que tener en cuenta que algunos tienen más creatividad que otros (la mía brilla por su ausencia), por lo que, en el fondo, si piensas que no te queda bien y empiezas a fatigarte lo mejor es que la dejes como está. Lo señalo porque me pasó con una concreta que me quedó horrible, pero no pasa nada, siempre hay mejores y peores y hay que aceptarse.
Una visita con una petición
The Cosmic Wheel Sisterhood tiene un desarrollo clásico. Empezamos nuestra aventura presentando a los dos personajes principales: Fortuna y Ábramar, y la narrativa se desarrolla a lo largo de una serie de capítulos, cada uno enfocado en un suceso.
Estamos encerrados en una roca flotante en medio de la inmensidad del espacio. Eso es una realidad. Pero tras unos acontecimientos algo extravagantes del prólogo, se nos permite recibir la visita de distintas brujas (amigas o no). Es aquí donde realmente comienza el juego. Cada bruja está marcada con una serie de rasgos específicos de su personalidad que sobresalen a través de las conversaciones. Es aquí donde las cartas empiezan a jugar su gran papel.
Cada bruja tendrá ciertas inquietudes con las que debe lidiar. Problemas que, aunque estén emplazadas en la realidad cósmica de un aquelarre de brujas, se siente mucho más natural porque son problemas, casi que podríamos decir ‘mundanos‘. Pese a la inmortalidad de estas individuas, no pueden desquitarse de las inquietudes, incertidumbre, pesares, alegrías, filias y demás elementos que nos hacen seres sintientes. Con cada inquietud que tenga la bruja, barajaremos nuestras cartas y echaremos una al azar. Es entonces cuando debemos poner la carta que nos salga para responder a una de estas cuestiones.
El resultado puede variar en función de la colocación o de los elementos combinados en la carta, por lo que no sabemos cuantas posibilidades nos estaremos perdiendo, pero también hace que esa elección sea más especial. Porque es nuestra elección. Después de cada respuesta respondida por las cartas, se nos asignarán unos puntos de magia que coinciden con los elementos que mencionamos antes: agua, aire, tierra y fuego. Estos elementos nos permitirán crear más cartas, para responder a más cuestiones y, por lo tanto, conseguir más magia para continuar con esta ‘Rueda Cósmica‘ que es el destino.
La banda sonora acompaña a la perfección al título (y deja momentos para soltar la lágrima), con un estilo lo-fi cuenta con una amplia selección de temas musicales para cada capítulo y personaje del juego. Una banda sonora, que, al menos en lo personal, tengo guardada para revisitarla a cada poco.
Aceptación
Es tremendamente complicado hablar de todo lo que hace bien The Cosmic Wheel Sisterhood. Pero si de algo estoy tremendamente seguro es que es un juego que habla sobre mí, sobre ti y sobre todas las personas. Habla de la identidad que cada uno debemos asumir para llegar a ser felices. Habla de la aceptación de que, por mucho que a veces queramos evitarlo, las cosas son como son y suceden de una forma, a veces, inesperada, pero debemos afrontarlo.
Que una carta te haya salido algo más ‘pocha’ que otra no significa que esa carta, en concreto, esté mal. Todo sirve para construir nuestro futuro. Nuestra realidad. Cada elección que hacemos tiene sus consecuencias, ya sean positivas, negativas y neutrales. Es algo que tenemos que aceptar tanto en el transcurso de la historia del juego como en nuestra propia vida.
No voy a mentir si os afirmo, y lo digo con total seguridad, que este juego ha cambiado algo en mí. No de una forma radical, sino sutil. Me ha ayudado a observar ciertos aspectos de mi vida desde otro prisma, y eso es algo que agradezco, pues pocos juegos consiguen ese efecto, para mi gusto. La naturalidad de los diálogos, lo orgánicos que se sienten los personajes y los acontecimientos (quitando que se trata de una bruja clarividente exiliada en una roca vagando por el espacio) hacen que cada línea del guion cale en nosotros. Y no es más que eso, la plasticidad de todos los elementos combinados que crean una obra que, ante todo, te hace reflexionar y aceptar que, quizás, el juego habla más de ti de lo que tú mismo quieres admitir.
Conclusión final
The Cosmic Wheel Sisterhood es un título muy enfocado en la narración que nos habla sobre la creación, sobre la determinación, la predeterminación y la aceptación. Un título que, si bien en lo mecánico no llega a aportar demasiado, es en la creación de cartas y sus efectos en la narrativa, además de lo orgánico de cada conversación, lo que convierten esta obra en algo muy especial. Hay muchas cosas que me he dejado en el tintero de forma deliberada, pues considero que, desvelarlas, haría un flaco favor al juego. Tenéis que descubrir las maravillas que esconde por vosotros mismos.
Por otro lado, me hubiera gustado que se pudiesen hacer más cosas dentro del habitáculo en el que estamos confinados. Aparte de crear cartas y las visitas, podemos leer una serie de historietas de diferentes escritores que han participado en el título, pero poco más. Es cierto que la inclusión de más actividades podría haber desviado la atención del foco central del título, pero en momentos finales se me hizo un poco frustrante porque no supe que hacer.
Sería una falta de cortesía, por mi parte, no señalar el gran trabajo del estudio, Deconstructeam, tanto en el fantástico guion (Jordi de Paco), el precioso arte (Marina González) y la brutal banda sonora (Fingerspit).
The Cosmic Wheel Sisterhood ya se encuentra disponible para Nintendo Switch y PC.